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Aprendiendo a soñar

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Siempre hay un inicio para todo. ¿Alguien puede recordar cuándo empezamos a soñar? Tal vez no sea tan importante conocer la respuesta, para aquella persona que se deja llevar por algo más que la lógica y la razón. ¿Por qué perseguir un sueño? Esa respuesta no la puedo describir completamente con palabras, pero es algo así como un impulso que nace del corazón y no del cerebro.

Un soñador siempre tiene la mirada en el cielo. Él ve las estrellas, allá arriba, y busca aprender a volar para ir tras ellas. Un sueño siempre se encuentra en lo alto y hay que luchar para alcanzarlo.

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Un soñador tiene su camino por delante. Grita, cuando tiene que hacerlo, para no dejar de soñar. Patea los obstáculos. Sufre decepciones. Vence los miedos. Deja a la razón en casa para dejarse guiar por un corazón fuerte.  

Cuando descubras la misteriosa distancia entre vivir y soñar, y si te animes a avanzar, cuando mires atrás entenderás que valió la pena. Un soñador cosecha recuerdos, alimenta historias y cultiva amistades.

Hay una frase literaria que dice “la vida es un sueño y los sueños, sueños son”. ¿Que sería la vida sin sueños? Quizá triste, como un cielo gris sin nubes ni sol. 

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11:56 p. m.

Y el muro se levantó en Buenos Aires

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Aún recuerdo el año 2010, cuando vi por primera vez el video de "Confortably Numb" del primer show que inició la gira The Wall, simplemente me quedé paralizado, casi embobado, pegado al monitor de la computadora. La puesta en escena, el juego de luces, los colores y la forma como Roger Waters había concebido y renovado la presentación era alucinante. En ese momento, lo único que cruzó por mi mente fue "tengo que ver este show antes de morir". Han pasado más de dos años desde aquellas palabras, y puedo decir ahora: sueño cumplido. 

Tuve la suerte de conseguir el ingreso para el primero de los nueve recitales que dio en la cancha de River Plate, en Buenos Aires. Todo empieza en la oscuridad, la música suena, la ansiedad crece... y de pronto los ojos de los floydianos que tengo a mi costado parecen desorbitarse por tratar de ver que sucede en el escenario. Mi corazón se acelera. Los murmullos aumentan. Y entre susto y asombro, los fuegos artificiales nos sacan del trance. El estruendo emociona a los 42 mil asistentes, es el comienzo de "In the Flesh".



No hay mucho que decir acerca del show, porque tratar de usar palabras para describir lo que mis ojos disfrutaron sería un ejercicio mezquino. Hay que ser contundente, simplemente "hay que verlo". Imágenes en alta definición, un cerdo volando, un avión estrellándose, un profesor de primaria ingles gigante, pirotecnia, un sonido envolvente. La contundencia del show es indiscutible. La tecnológica ligada a la música tiene en The Wall a su obra cumbre y a Roger como arquitecto de esa unión. Sin dejar de lado el mensaje político que impregna Roger en su música, el recital se lo dedicó a "los desaparecidos, muertos y torturados" durante la época oscura de Argentina.



Esa delgada línea que divide lo real de lo imaginario es algo que Roger Waters ha sabido explotar en un show hipnótico de principio a fin, que todo fan de Pink Floyd apreciará . En Argentina, la recepción no pudo ser mejor, con 9 recitales en Buenos Aires, es prueba más que evidente de la contundencia del espectáculo. Tengo la imagen presente de una familia: papá, mamá y dos hijos, todos con sus camisetas, caminando a la salida del show, mezclados entre la multitud, eso solo ocurre cuando la música trasciende las generaciones.





2:40 p. m.